30 marzo 2009

Rupturas eneagramáticas: E2



Miedo básico: no ser amado ni deseado.
Deseo básico: sentirse amado.

*

Y metió su vida en cajas y se marchó del apartamento...

Hacía más de diez años que había dejado de fumar, pero se permitía una pequeña recaída, aproximadamente, cada tres o cuatro años. Los cigarrillos representaban para ella el comienzo y el final, con más veracidad que los cumpleaños o el día de año nuevo.
Mientras se cuestionaba la longitud de este nuevo paréntesis, ni siquiera fue capaz de darse cuenta de que, el cigarrillo, empapado por la lluvia, llevaba mucho tiempo apagado entre sus labios.
Los brazos cruzados sobre el pecho la escudaban de las ambulancias y las constantes idas y venidas de la gente del hospital. Tenía el cabello empapado, el uniforme adherido al cuerpo y tiritaba, pero seguía decidida a alargar todo lo posible sus minutos de descanso.
Un pequeño pájaro blanquinegro, del tamaño de un gorrión, la observaba con curiosidad contenida desde el abrigo de un banco. Siempre se lo había preguntado, “¿dónde se cobijarán los pájaros en invierno? ¿cómo pueden ser tan fuertes y tan frágiles al mismo tiempo?”.

Por primera vez en toda su vida, no quería saltarse “la parte mala de la película”. Al otro lado, dentro de aquellos familiares muros, su trabajo o antigua tabla de salvación, la esperaba implacable.
La llamaban Miss Pollyanna, mote que llevaba con resignada complacencia. Tenía la capacidad casi mágica de calmar, estimular y contagiar a todos los pacientes con su desarmante optimismo. Sabía que había nacido para ayudar, que era una dadora nata, y exhibía ese rasgo con el orgullo entusiasta de quien enarbola una bandera.
Complaciente, se había acostumbrado a verse (y quererse), únicamente, a través del agradecido feedback que le devolvían los demás. Pero ahora se sentía como una gota de mermelada extendida sobre una tostada demasiado grande. Si abría el armario de la cocina buscando más mermelada, no era capaz de encontrarla a menos que alguien se la alcanzara.

Quería perder la memoria, “desdepender”, mudarse a otro país. ¿Será posible reconocerse cuando nadie te recuerda?

Él la había desnombrado...

Un "ya no te quiero", nada más. En un segundo, un intercambio envenenado, una promesa invertida, un afecto por otro...
Sentía impulsos de entrar en el hospital y exprimir a todos y cada uno de sus ocupantes. Necesitaba ferozmente que se le devolviera hasta el último gesto de entrega que les había dedicado en estos últimos años. Entonces, algo cayó sobre ella con más furia y contundencia que el agua, algo que sabía desde hacía mucho tiempo, pero jamás se había atrevido a confesar: su generosidad innata no era un regalo, era una inversión.
- ¡Sara, vas a agarrar una pulmonía, por el amor de Dios! Ha habido un accidente de autobús en el centro, te necesitan en urgencias- le gritó una voz familiar desde el confort aséptico del hospital.
Sara se sacó el deformado cigarrillo de la boca con acritud y lo aplastó innecesariamente contra el suelo. Las puertas mecánicas de la entrada del hospital se abrieron para ella atascándose repentinamente, incapaces de volver a cerrarse ...



Para tod@s l@s que aún no se hayan definido http://www.personarte.com/test.htm
Para l@s que quieran explorar el eneatipo 2 http://www.personarte.com/enea2.htm


Gracias a Nebula, una de mis magas preferidas, por este regalito (y por otras muchas cosas) ;)



Este blog es sólo un tercio de lo que quiero contar. Los otros dos tercios los encontrareis en:

http://chataignesetchocolat.blogspot.com/ y http://ifyouneedmewhistle.blogspot.com/

25 marzo 2009

Jennifer save me



No consigo entender por qué, noche tras noche, acabo en su cama. Ya no puedo dormir solo. Siempre es ella a pesar de las otras. La busco con la urgencia e indefensión de un mendigo. Su espacio no es una batalla a ganar, sino más bien un puente, un lenguaje común, un templo simbiótico.
Entro en su habitación suavemente, sin apenas hacer ruido, buscando la aprobación en sus ojos húmedos. Ella tiene ojos de agua de noche. Su piel huele más intensamente justo antes de dormir. Tiene un brillo de promesa, de determinación, como una flecha disparada por una mano misteriosa. Y en algún punto del arco de la fatiga al rocío, me acoge. La acojo. Nos acunamos cuando el día comienza a despertar, perezosos del natural ritmo de las horas. Siempre es tarde. Se ha agotado ya la arena de sus zapatos cuando el día intercambia unas urgencias por otras. Me levanto de la cama con delicadeza de sombra mientras ella susurra palabras en un idioma inventado, y la observo sólo una vez más antes de despedirme para siempre...


Narradores insólitos I: el gato Andy. ¿O qué esperabais? ;)


17 marzo 2009

De insomnios y duermevelas




La furia se disfraza de tristeza

Vienen como la sal del verano
ejércitos de caos contra los
hierros
Sus espadas tienen las puntas blancas
Tiran los dados mientras clavan
¿misterios?
Y al sol se le agotan las ru
inas
y explota
Y se encienden los caballos en los prados
Hay Gernikas a diario cuando el cuenco ruge
se persiguen eternamente
redondos
mordiendo labios...




Pero la primavera estalla en todas las bocas

Tal vez no tenga valor para presentirte
y las hebras de tu pelo
se hayan enredado en otros tejados
rabiosas
un tornado me ha tomado por los pies
tantas veces
que ya no se donde acaba mi circunferencia
y dónde empieza Kansas
Pero giro
irremediable y caprichosamente, giro
Hay un llanto de avispas que me llama
Tiemblan los tréboles
desde una orilla tan lejana
que todo es domingo
Pero la primavera estalla en todas las bocas
Busco tu boca como busco mi nombre
Latencia
desenredada, polvo de sombras

... y la amnesia me sacude como un preludio...

... y casi te toco...

... y vuelvo a dormirme
Aullando de hambre
y de rabia...

12 marzo 2009

Rupturas eneagramáticas: E1



Miedo básico: ser "malo", defectuoso, perverso, corrupto.
Deseo básico: ser bueno, virtuoso, equilibrado, íntegro.

*

Y metió su vida en cajas y se marchó del apartamento...

Entonces llegaron los días de círculos bajo la lluvia. De extenuación, de horas extra. El volante del autobús que conducía se convirtió, al mismo tiempo, en su salvavidas y su aliado. Cada vuelta al centro de aquella ciudad que olía a ella, le regalaba un motivo para dejar de quererla.
Comenzó a contar los kilómetros, los amigos verdaderos, las veces que se lavaba las manos. La asepsia emocional era una ruta imaginaria a la que inconscientemente se dirigía. Y estaba cerca, muy cerca.
Le molestaba todo lo que fuera espontáneo, inesperado o profundamente emotivo, y secretamente compadecía a los neuróticos y todos aquellos que lloraban en el cine. El ser humano era tan débil en los momentos de crisis. “¿De qué servía llorar? ¿Qué sentido tenía todo aquello que no fuera práctico, nítido y sin un propósito claro?”.
Luego llegaron más mujeres. Paradas breves. Seres casi tan anónimos y transitorios como los viajeros que transportaba. Su corazón era una caja negra.
El gimnasio se convirtió en su segundo aliado. En el podía explotar sin temor a salpicar a nadie. Aunque aparentara control y rigidez para el resto del mundo, él se percibía como uno de esos fakires que caminan sobre piedras ardientes. Con la diferencia de que él no sabía en cual de sus nuevos pasos podría acabar quemándose los pies.
Una tarde, diez minutos antes de terminar la jornada laboral, su mundo dio un giro de 180º. Desgraciadamente, el autobús y todos sus ocupantes, giraron con él. Nadie supo exactamente qué ocurrió. Un adolescente lanzó una piedra directamente a la cabina del conductor, los cristales le robaron la luz y por primera vez en su vida, perdió el control. El autobús zigzagueó sobre la lluvia antes de chocar bruscamente contra un camión y dar una extraña vuelta de campana. La ambulancia llego siete minutos más tarde. Después todo fue... asfalto. Sangre. Gritos. Pánico. Horror. Paro cardíaco.
Su corazón era una caja negra...


*

Se me ha ocurrido un experimento. Narrar una misma situación traumática (una ruptura de pareja) desde el punto de vista de las nueve personalidades básicas del eneagrama, uniendo de esta forma, dos de mis pasiones: la psicología y la escritura. Espero que os guste.

Para
tod@s l@s que aún no se hayan definido
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Para
l@s que quieran explorar el eneatipo 1
http://www.personarte.com/enea1.htm

10 marzo 2009

El viajero epistolar



Abro los ojos y veo una estación infinita llena de gente. Todos visten de blanco aséptico, blanco hospital. Están inmóviles, pero extrañamente alerta, como improvisadas piezas de un tablero de ajedrez. En un bolsillo de su inmaculada indumentaria, justo sobre el corazón, llevan una carta.
De repente, algún lejano reloj da las doce y todos se ponen en movimiento simultáneamente. Caminan a distinto ritmo y en diferentes direcciones. Algunos se dirigen a un andén, otros simplemente esperan. Parecen no verse ni reconocerse entre sí, pero sus caras me son familiares, muchos incluso despiertan en mi una reacción emocional intensa. Intento llamarles, pero descubro con frustración que no conozco ninguno de sus nombres. Mi mente está vacía, no hay palabras, parece como si, inoportunamente, hubiera sido reseteada de todo contenido.

¿A dónde se dirigirán?

Algunos viajeros se cruzan en mi camino tan brevemente y tan deprisa, que me resulta imposible alcanzarlos. Otros, por el contrario, se mueven con una lentitud rayana en la exasperación. Afortunadamente, descubro a una mujer de mediana edad que parece caminar a mi ritmo. Decido seguirla y un sexto sentido me indica que esa elección no es por azar. Me acerco lo suficiente como para coger la carta de su bolsillo, pero no lo consigo. Está pegada de tal manera que parece una extensión indivisible del propio traje. Entonces, mi desconocida-conocida toma un tren y yo, sin pensarmelo dos veces, la acompaño. Nos sentamos en un vagón intermedio. El viaje comienza y la luz baila ante mis ojos. No consigo ver el paisaje, sólo sus cambios, como una película a 34 fotogramas por segundo. Y en algún punto indefinido entre el día y la noche, me da la carta. Contiene una frase. Siete palabras. Todo mi vocabulario.

Regreso a la estación, sigo a otra persona y otro círculo comienza. Esta vez el viaje es mucho más breve, pero la carta que me entrega con la misma solemnidad del viajero anterior, contiene un libro entero. Más palabras. Horas después, llego a la estación con el tiempo justo de memorizarla. Y una vez allí, tras un breve descanso, sigo a otro viajero y después a otro, en una espiral infinita.

A veces, el trayecto es tan largo, que me da tiempo a aprenderme las cartas al revés, pero otras, el tren regresa a la estación cuando apenas he comenzado a abrir el sobre.
Algunas cartas contienen palabras, otras frases, otras enciclopedias, e incluso hay algunas tan pesadas e inabarcables que no podrían ser leídas ni en cinco vidas.
De vez en cuando, para mi frustración, encuentro un papel en blanco. Aunque casi sin excepción, trenes después, su mensaje vuelve mi, como si un misterioso foco hubiera revelado de repente su tinta invisible.
En ocasiones me vuelvo a encontrar con viejos compañeros de viaje. Con algunos vuelvo a compartir de nuevo asiento, pero otros, simplemente, pasan de largo.

Sentada en el andén, en los escasos momentos en los que mi mente y mi cuerpo asimilan los vocablos y las distancias, observo con anhelo a todos esos “viajeros desconocidos e inalcanzables” que sólo pueden ser seguidos con los ojos, y me pregunto con triste resignación: ¿que misterio contendrán sus cartas?.

04 marzo 2009

Cold Breakfast




Me despertó una canción de los Smiths y salté de la cama con el acuciante peso del sol sobre los párpados. El día me esperaba junto a ti en la cocina. Sonreíste y me besaste en la mejilla. Desayunabas tostadas con margarina y mermelada de mora, y su potente manta aromática envolvía toda la casa. Me deje arropar. Dos segundos. Después zumo de naranja y pomelo en su mezcla justa: dos tercios de la primera y un tercio del segundo. Y con la boca dulce y amarga al mismo tiempo, caí en alguna perezosa asociación mental:
- ¿Desde cuando tomas mermelada de mora?
- Desde siempre. Es mi sabor preferido.
- ¿Cómo es posible que yo no lo sepa?
Te encogiste de hombros como única respuesta. Y encaramada en antiguas y olvidadas dudas, me perdí. Cuando regresé ya no estabas. Te delató el grifo del lavabo. En mi mano, una tostada como un lienzo de amarillos y malvas furiosos. La estudié buscando tu Rochard: “¿Te conozco?”. Entonces llegaste e ironizaste sobre una estancia indefinida en un planeta imaginario. No contesté. Máscaras. “¿Cuántos sabores tienes?”. Insights. Intuí, como un relámpago, el desván con los fantasmas que sólo tu escuchas y el idioma materno que ya no hablas. Y supe que los cuadros que nunca has expuesto en tu galería, desaparecerían contigo.
- ¿Has terminado ya, cariño?- preguntaste.
- Sí, papá- contesté.
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