Cinco minutos
en el
trastero de los sueños,
sobre el
margen
de un
cuaderno lleno de historias
ajenas.
Cinco minutos
viajando de
tus ojos
verde promesa
a tus labios
sin saber
dónde querría
anegarme
primero
(o enfundarme,
o estallar).
Cinco minutos
prestados
robados
arañados
desterrados
de una orilla amarilla,
hambrientos.
Cinco minutos
como un
anillo
que se abre y
se cierra
para volver a
abrirse y recordar
su infinitud
maldita.
Cinco minutos
contra la
desidia de los hombros vencidos
contra el
peso de la felicidad irredenta,
contra la sal
del silencio.
Cinco minutos
como
nervaduras de galaxias
embrionarias
antes de las
cosquillas.
Cinco minutos
como los que
se regatean al despertador
para
despabilarse aún con más hambre
de antorchas
y caricias.
Cinco minutos
para
guillotinar las yemas de la espera
únicamente
con las
letras de tu nombre.
Cinco minutos
para escalar
mi herida.
Cinco minutos
para renegar
de Ítaca.
*