30 abril 2017

Mochila fantasma




Todo lo que dejé morir,
todo lo que abandoné en la orilla,
todo lo que no contuve y cayó al suelo,
todo lo que escapó entre mis dedos
como ternura despeinada,
todo lo que exilié,
todo lo que no recibí y aterrizó en el buzón del tiempo,
todo lo que nunca amé,
lo llevo sobre mi
como un feo tatuaje
o un miembro fantasma.

*

29 abril 2017

La soledad azul metálico del sábado por la noche




La soledad azul metálico del sábado por la noche es como ese aparato de dientes infantil que nunca te quitaron, que se te quedó pequeño y que te oprime la boca.

Vas dando saltos de red social en red social, te apeas en el correo. Nada. Incluso los lobos solitarios se visten de plata y pactan con la luna. Nada puede quedarse quieto esta noche, nadie puede enseñar su ala herida sin peligro de desgarro. Incluso las teclas del portátil parecer burlarse de ese silencio sin eco, del patético e imprescindible hecho de ser necesitadas. Todo lo que escribas se convierte en vómito. Vómito de tierra que surge de la capa última, de las mismísimas y volcánicas entrañas del planeta en miniatura en el que te has convertido. ¿Por qué giras? ¿para quién? Si existir nunca ha sido una opción, ¿qué te oprime la vida? ¿qué te arranca el azul? Marrón, marrón, tierra de nuevo, esencia. Vuelves a ti una y otra vez aunque te caigas a pedazos y no te sostengas, como una golondrina empecinada. Has invertido demasiado en construirte, en tu morada, aunque habites un nido de avispas. Confundes la prisión con la seguridad constreñida, como un bebé, pero nada puede abrazarte desde las piedras de los márgenes, nada corre en paralelo con tu angustia. Sólo el cursor te guiña el ojo desde su asepsia cibernáutica. Estás azul y metálicamente sol@ y ahora tod@s pueden ignorar tus gritos.

*

28 abril 2017

Acto de Desaparición Inminente



Prometo no esperarte de rodillas,
ni balancearme en los columpios de los parques,
ni soplar dientes de león,
ni arquear mi espalda de gato
como si fuera un instrumento recién afinado.
Prometo ignorar la vocación de la orquídea
en su efervescencia máxima,
prometo sujetar mis raíces
como las riendas de un vehículo invisible.
Prometo que el dolor será la esquina del incendio,
la hostia sagrada de una comunión fallida.
Prometo que olvidaré la sal que vierte tu nombre
por el hielo,
Prometo que ignoraré la ubicua impronta del petirrojo.
Prometo que tu voz ya nunca será un lenguaje.
Prometo desmantelar las constelaciones y las líneas de mi mano.
Prometo entregar, yo misma, el rescate del secuestro.



23 abril 2017

De menos



Todo lo que te diga está de menos,
parte de mi voz permanece en el rellano del tiempo
como equipaje extraviado.
Las huellas de la semántica se posan en tu piel
pero apenas te tocan,
mientras esa otra parte de mi voz se estremece
en cualquier parte, lejos,
donde tú no puedes alcanzarla
donde tú no la nombras.

*

16 abril 2017

Antes del amanecer, atardecer y anochecer




Prometiste llegar antes de que mis manos se volvieran azules,
antes de que se deshilacharan, por ambos extremos, todas mis bufandas,
antes del destierro de los gorriones de todos los parques y ciudades,
antes de que la sombra sea más alargada que el recuerdo.

Se maquillan, una y otra vez, las fachadas de los edificios,
se repliega la voluptuosidad de la orquídea,
se descuelga el asombro de la comisura de las bocas,
se abandona el violín a su llanto desafinado.

Cae el domingo.
Cae
como la primera o la última gota de una tormenta,
mientras yo sostengo el espejo del cielo
como quien sostiene una vela.
Cae el domingo.
Cae
y tú no has llegado.


11 abril 2017

Asincronía




Cuando se aplaque el ruido del tren
podré comprender los designios de la ruta.
El vagón del cuerpo, del alma y del corazón
ya han escrito su anillo
como el tronco de un árbol.
Pero el último vagón,
el de la conciencia,
siempre es el último
en completar su destino.


*

01 abril 2017

Nunca te había visto sonreír



Y allí estaba yo, en alguna elipse externa a mi “comfort zone”, luchando para que los latidos de mi corazón no se superpusieran al hilo musical y el verbo no fuera un amigo que te traiciona por la espalda. Mi sola presencia era un mensaje. Llevaba escrita una declaración de amor en la frente y en cuanto tú la leyeras ya no habría vuelta atrás, al refugio de la segura y familiar zona 0, donde la vida no pasa. Entonces me miraste con ojos titilantes y una sonrisa de felicidad se dibujó en tu rostro, arrastrándonos a ambos, inexorablemente, como una ola de mar. Y desde allí fuiste estrenando, desgranando, engarzando nuevas sonrisas, y yo las fui lanzando al espacio, una tras otra, sobre los bordes de aquella otra elipse, para que me fueran guiando, como baldosas amarillas, hacia mi nueva casa.  

*
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