Estás
sentado en la acogedora oscuridad de la sala de cine, a pocos metros de mí, indiferente
a todo lo que no sea tu propia película. Tan lejos, tan cerca, formando parte
de este amasijo de habitadas islas rígidas en forma de butacas. No puedo
tocarte y sé que sólo dispongo de 90 minutos para crear, de la nada, una
historia de amor; para intercalar, subrepticiamente, una trama alternativa en
el guión de tu vida con la esperanza de que ésta ocurra algún día en un universo
paralelo.
Diseño
el arco de tu sonrisa, de tu espalda y de todo tu repertorio de abrazos. Me
entrego a las matemáticas: la cantidad de maneras en las que podría morderte el
labio inferior; la diversidad de rutas trazables sobre tus (nuestros) lunares;
los metros que cada noche podríamos robarle a las nubes a base de mordiscos; el número de adjetivos y verbos que derrocharíamos
o nunca utilizaríamos; la cifra exacta de cicatrices y tabúes que podríamos
limarnos o arrancarnos mutuamente, como si se tratasen de la sentenciada piel
muerta de un reptil.
Debo
encontrar, en algún rincón de mi mente, un documento de audio, una especie de
CD con el track de tu voz sexy y ronca cuando despiertas por las mañanas; del
musical tono único en el que pronuncias mi nombre; de tu preciada colección doble
de gemidos y susurros; del tono airado de barítono que adoptas cuando te enojas
(y del sibilino y venenoso cuando acusas y reprochas); de tu risa cristalina proyectada
como una cascada por tu cuerpo; de la ilusión infantil e insobornable que
lanzas al universo como canicas de luz cuando te enamoras de las cosas.
Sé
que caminaría descalza y sin mapa por las ruinas de tu infancia y por la
inexplorada y rabiosa selva que crece y avanza, implacable, desde entonces;
tapiaría tu cueva para que nadie pudiera escuchar tus gritos de angustia y de dolor;
remodelaría tu ombligo para que el eco del silencio no resonara en él;
escribiría kanjis sobre tu piel para ayudarte a ahuyentar a los fantasmas que
has heredado; te envolvería en mantas de piel, saliva y alma cuando hace frío;
besaría tus largas y agotadas manos de pianista todas las noches antes de
dormir…
De
repente observo que te agitas, tal vez inquieto o aburrido, en tu butaca, y me
arrastras al aquí y ahora brevemente, pero yo aún tengo que diseñar
cuidadosamente una vida, media vida, un tercio de vida, o tal vez un día a tu
lado. Debo hacerlo de la forma lo más minuciosa, eficaz y rápida posible,
porque en unos minutos se encenderán las luces, te levantarás de tu butaca y
desaparecerás de mi vida para siempre.
Ostras que buen texto, destila sentimientos, incluso pena anticipada por el fin de la función...
ResponderEliminarBesos
¡Gracias, mientrasleo! :)
EliminarEso intentaba: destilar emociones y, a ser posible, algo de dolorosa honestidad ;)
More kisses ***
BRAVOOOOOO!!! Me ha encantado!!!! Una vez me pasó algo así, en el cine, y lo micro-relaté http://www.fotolog.com/elbauldelasideas/62834936/#profile_start
ResponderEliminarPero definitivamente la forma en la que tú lo cuentas me ha cautivado. Ole tú!!!! =D
Kisses giga-empáticos***
Merci, Remy! :)
EliminarLo único que ha hecho que no me cargara esta actualización, han sido los dos posts que me habéis dejado (aunque ganas no me han faltado). Voy de cabeza a leer tu versión ;)
Kisses curiosos ***
Te he contestado en fotolog :)
ResponderEliminarSúper kisses***