Sólo
te reclamo
cuando
sube peligrosamente la marea
y
la playa se vacía
de
estaciones y de labios.
De
puntillas,
contra
la pared maestra y única,
a
demasiados escalones de voces y dioses,
grito
el único nombre que hace eco,
y
tomo tu mano encallecida
(de
estatua o de árbol).
Juntos
contamos hacia atrás,
desandándonos,
como
los indios y sus huellas,
hasta
que el mar se desmembra
como
un paraguas derrotado,
y
yo vuelvo a mi playa
y
tú a tu estrella.
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