Me
agota buscarte en los cuerpos de otros hombres, en los rostros que desfilan como
hormigas con un propósito específico y ajeno, y en las miradas desafiladas que
se sacuden fácilmente. Me agotan las horas como montañas de papel arrugado, la
estrategia del pájaro invasor en el andén y la condescendencia envenenada del
hilo musical. Me agota la presencia ondulante del mar y la sensualidad del
musgo. Me agota el mantra bajo tu ropa y el olor a tierra seca mojada. Me agota
la luz, tan despierta, como de planeta recién estrenado. Me agota el tórrido
mango de la tetera y el té de las tardes. Me agota el dócil largo de mi falda. Me
agota tu ausencia caníbal. Verano malditísimo, me agota la paciencia.
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