24 diciembre 2009

Las tres figuras




En compensación por el olvido de su décimo cumpleaños, el tío favorito de Charlotte le prometió un regalo aún más especial de los que la tenía acostumbrada. Él sabía que sus gustos refinados y su particular y alternativo modo de vida ejercían una mala influencia sobre la niña. Era culpa suya que a Charlotte le fascinaran las antigüedades, la geología y los objetos extraños, lujos que quedaban fuera del alcance de sus padres. Sin embargo, en una vieja calle de Viena, acababa de descubrir el local perfecto y el regalo perfecto para su sobrina y, una vez más, no pudo resistirse.

Nada más abrir la puerta, Charlotte descubrió que la tienda era aún más deslumbrante de como la había imaginado. Pesadas y sobrias estanterías de nogal contenían una ecléctica y singular colección de caleidoscopios, snowglobes, joyeros y cajas de música. Pero ante su curiosidad analítica, eran los tableros de ajedrez o de damas delicadamente tallados, los que competían en fascinación con telescopios, brújulas, relojes de arena y extraños objetos sin identificar.

El dependiente, que para sorpresa y decepción de Charlotte, en lugar de un venerable anciano era un joven veinteañero, les sonrió cómplice desde el otro lado del mostrador.

- Tu debes de ser Charlotte
- Sí - respondió ella tímidamente
- Me han hablado mucho de ti, ¿sabes? Creo que tengo algo que puede interesarte...

Segundos después de desaparecer tras una puerta, el joven depositó sobre el mostrador tres pequeñas cajas de cartón. A Charlotte se le hizo un nudo en la garganta. Su intuición infantil le indicaba que algo inusual e increíblemente mágico se escondía en aquellas cajas. Con primor y cierta ceremoniosidad, el dependiente extrajo, uno a uno, el contenido de las tres cajas. Charlotte tuvo que hacer un esfuerzo para no agarrar los tres tesoros que había ante ella y salir corriendo de la tienda. Pero en su lugar, la futura científica que habitaba en ella, tomó el mando:

- ¡Que maravilla! ¿De qué son?
- Este pequeño elefante que tienes delante ha sido tallado con un nuevo mineral extraído de un lago volcánico en Geysir, Islandia. Su particularidad, además de su belleza inquietantemente azul, es que siempre permanece caliente
- ¡Wow, es precioso! ¿Y esta de aquí, qué es?
- Esta... bueno, es una de las piezas más especiales de nuestra colección, ¿sabes? No es posible encontrarla en ningún otro lugar del mundo. ¿Tú que ves, Charlotte?
- Un colibrí
- Yo veo un phoenix. ¿Y tu tío?
- Un aguila- aclaró este sonriente
- ¿Y cómo es eso posible?- inquirió la niña
- Porque está hecha con un 50% de materiales reales y un 50% con, digamos, material “fantastico”...
- ¿Y el material real hace que...?
- Todos sean la ave de nuestra elección, sí

Reservando lo mejor para el final, como era habitual en ella, Charlotte no pudo evitar preguntar por el tercer tesoro.

- Voy a confesarte una cosa, jovencita. Esta es mi favorita. También es la preferida de tu tío y el motivo de que tú estés aquí
- Es maravillosa.... ¿De qué está hecha?
- Bueno, no puedo decírtelo con seguridad. Aunque sospecho que sólo el único o los únicos que lo saben con certeza son sus fabricantes. Lo que ves, está 100% fabricado con materiales irreales, por así decirlo
- ¿Me la puedo quedar?
- Sabía que te encantaría- sonrió complacido su tío- si la quieres, tuya es, aunque antes debes decirme qué has visto
- Una sirena
- ¡Estupendo!- repondió éste mientras extraía su cartera

Un mes más tarde, una sofocada y acelerada Charlotte, irrumpía precipitadamente en la misma tienda. La prisa de la carrera había desprendido varios mechones de su coleta, mientras que sus largos calcetines escolares se encontraban a la altura de los tobillos. Antes de poder quitarse la mochila, fue sorprendida por el dependiente

- ¡Que sorpresa, jovencita!. No esperaba verte tan pronto por aquí. ¿Acaso tienes algún cumpleaños o...
- Quiero devolver la figura
- ¿Qué?- el chico dio un paso atrás, como si la niña hubiera extraído un arma repentinamente
- Ya no la quiero- afirmó tajante
- ¿Prefieres el pájaro ahora?
- No. Quiero el elefante
- ¿Puedo preguntar por qué?- inquirió anonadado el joven
- Siempre pongo en mi mesilla mi juguete preferido o mi último descubrimiento. A veces es una nueva piedra, otras un libro...
- ¿Y?
- Cuando tengo pesadillas, me despierto y lo acaricio, entonces me siento mejor
- Creo que sigo sin entenderte...
- Yo... necesito algo real antes de dormirme por las noches




Dedicado a
tod@s los que como Charlotte o la Cecilia de La rosa púrpura de El Cairo, ante la disyuntiva de realidad o ficción, se han visto obligados a elegir lo primero. Merry Christmas.

06 diciembre 2009

The "agar-agar" quality



En el despacho del jefe:

- Me han dicho que quería verme, señor Uriarte
- Efectivamente, Gómez, siéntese
- ¿Y bien? ¿Qué es eso tan urgente que quería comentarme?
- Me temo que tengo malas noticias para usted
- ¿De que se trata?
- Está despedido
- ¿¡Cómo.... !?¿Por qué?
- En los casi cinco años que lleva trabajando para nosotros, ni una sola vez ha llevado máscara. Hasta ahora hemos hecho la vista gorda porque era usted un trabajador excepcional y tenía muchas cualidades que lo compensaban, pero lamentablemente, una serie de desafortunadas circunstancias nos han confirmado que toda máscara es imprescindible
- ¿Me está diciendo que mi único fallo ha sido no llevar... careta?
- Exacto
- ¿Y no es algo que se pueda remediar?
- Me temo que no
- ¿Pero no es mucho más cómodo y económico para la empresa que yo comience a llevar careta, que contratar a un nuevo empleado y formarlo en...
- Desgraciadamente, Gómez, esa opción queda descartada
- ¿Por qué?
- Por que se tardan años en construirse una careta. Y ambos sabemos que usted es muchas cosas, pero no es un buen actor...
- ¡Déjeme intentarlo, señor Uriarte! ¡Estoy dispuesto a maquillarme si es preciso! ¡Póngame a prueba!
- Me temo que eso es imposible. La decisión ya está tomada. Lo siento
- Está bien. Dígame, al menos, que tipo de males irreparables he causado durante estos años
- Es usted... como esas algas transparentes que sirven en los restaurantes chinos, Gómez. Todo el mundo puede ver lo que hay debajo
- ¿Y eso es muy malo?
- Es catastrófico. Si se ha muerto su perro, le cae mal fulanito o hace tiempo que no moja, es incapaz de disimularlo. Dos personas acabaron con el brazo engrapado por comparar diariamente los atributos de los protagonistas de Crepúsculo; y su sarcasmo patológico casi empujó al suicidio a Martínez, el que se peina con cortinilla. Como comprenderá, esta actitud, además de nada profesional, afecta directamente al resto de sus compañeros
- Bueno, yo creo que en mayor o menor medida, eso nos pasa a todos. Quiero decir, que por mucho que se intente, no se puede ser un presentador de TV las 24 horas del día, ¿no?
- Pero se disimula lo que se puede. No está usted solo en el mundo, ¿sabe? Además, también está el problema de la honestidad brutal....
- ¿Honestidad brutal?
- Sí, sí, esa sinceridad hiriente suya que dejaría al Doctor House a la altura de Bob el esponja
- Perdone, pero no entiendo lo...
- ¿Qué fue lo que le dijo a Maria cuando nos trajo a su bebé a la vuelta de su baja maternal?
- Que tenía cara de Gremlin y nunca debería darle de comer después de la media noche
- ¿Y bien?
- ¡Ella me pregunto que si no me parecía el niño más mono del mundo!
- ¿Y por qué no mintió como hacemos todos, Gómez?
- Porque el pequeño gremlin no se lo merecía. ¿Qué bien le hace que todos intenten convencerle de lo que no es?
- Ese no es su problema. Debería haber dicho simplemente que era una monada y punto
- .....
- En fin, Gómez, estoy seguro de que esta información no le sorprende. Debe haber tenido muchos sucesos de este tipo a lo largo de su vida
- Bueno... mis padres me encerraban cada vez que teníamos visita... mis profesores siempre me preguntaban lo que no sabía... las chicas me abofetean a menudo... y más de una vez me han robado la cartera en el metro mientras fingían consolarme...
- ¿Lo ve? Todos estos problemas podrían haberse evitado si se hubiera acostumbrado a llevar máscara desde una edad temprana
- ¿Pero y si siempre hubiera llevado una y al llegar a casa, al final del día, no pudiera quitármela? ¿Y si a fuerza de mentir y disimular hubiera olvidado quien soy?
- ¡Por Dios, Gómez, no me sea melodramático!. Ese es el riesgo que hay que correr. Además, mírelo por el lado positivo: también podría ser Batman...



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