Cheshire quality
Todos
los gatos sonríen de perfil.
¿Te
has dado cuenta?
En el templo maldito
(A
ti)
Yo
iba caminando,
tú
en bicicleta
(como
siempre)
Pasaste
a tantas revoluciones,
que
solo pudiste reconocerme
fuera
de plano.
A
tu espalda, de repente,
surgió
de la nada el escenario de un western,
(desértico,
exhausto, enrarecido)
Y,
sin darme cuenta,
me
había llevado la mano al corazón
para
reclamarlo,
para
que no saltara de nuevo a tu mochila
de
estudiante aventajado.
Velatorio feliz
En
algún momento han dejado de felicitarme
para
acompañarme en el sentimiento.
La
irreversibilidad se ha convertido, al parecer,
en
sinónimo de cumpleaños.
En
el velatorio de la mujer que no soy
hay
un marido,
una
hipoteca,
un
trabajo estable
y
uno o dos hijos.
Conocidos
y desconocidos,
queridos
y desqueridos,
se
reúnen, compungidos,
y
me lloran.
“¡Una lástima!”, comentan
“Casi pudo
disfrutar una vida”.
Autoengaño
Sólo
te reclamo
cuando
sube peligrosamente la marea
y
la playa se vacía
de
estaciones y de labios.
De
puntillas,
contra
la pared maestra y única,
a
demasiados escalones de voces y dioses,
grito
el único nombre que hace eco,
y
tomo tu mano encallecida
(de
estatua o de árbol),
Juntos
contamos hacia atrás,
desandándonos,
como
los indios y sus huellas,
hasta
que el mar se desmembra
como
un paraguas derrotado,
y
yo vuelvo a mi playa
y
tú a tu estrella.
Canícula
Gotear,
evaporarse,
desprenderse
de
la materia original que un día nos dio consistencia y forma.
Desasirse,
desmerecerse,
desquererse…
Sudar
y
olvidar.
Ocho kilómetros
La
música suena a 8 kilómetros
de
un desierto azul.
Un
niño atrapado
deja
sus desordenadas huellas
azules
sobre
caminos que olvidan
hasta
las tormentas de verano.
No
hay testigos.
El
desierto se enrosca siempre
en
una espiral lenta,
ofídica,
para
nutrirse de su crisálida.
Y
así renace,
una
y otra vez,
el
silencio.
En
el desierto azul,
8
kilómetros separan a la música
de
la vida.
Coetáneo
Si
acabas de llegar,
por
favor,
sacúdete
la arena.
Ese
dulce aroma a día de playa
sobre
tu piel de almendra intacta.
El
triunfo de tus 20 años
sobre
la coacción del taxímetro
(y
su banda feroz).
Tu
mano sin venas
de
autoestopista vocacional,
tus
ojos límpidos,
tu
cabello insobornable,
tu
voz de menta…
…
todo
me
lo he perdido
para
siempre,
amor.
Duda razonable
Tu
cartel de bienvenida
está
sujeto a mi piel con alfileres.
No
hay sesión de descanso
para
el teatro del destierro.
Espero
con un ala plegada
y
la otra suspendida
hasta
cuando decidas volver.
Cuando
decidas creer,
cuando
decidas…
“Cuando… “
¿Y
si en lugar de un adverbio de relativo
fuese
un epitafio?
Como osos insomnes
Bastan
unas pocas semanas de verano
para
que olvidemos el itinerario triste
de
una primavera esquiva.
Las
estaciones desarman
el
caleidoscopio de la memoria
pero
sólo a corto plazo.
¿Por
qué no hay anzuelos
ni
subterfugios
durante
las estaciones largas;
esas
en las que,
en
plena soledad catatónica,
nos
golpea un lacerante
ataque
de inoportunidad,
como
un oso que despierta
en
mitad del invierno?
Morozov
Si
no te reservas
para
una carrera de vuelta.
Si,
consumido, estallas sobre tu meta
junto
a tu avión kamikaze
y
tus ruinas reafirman
el
hambre de tus rivales
y
la solidez de tus murallas.
Si
el desfile se detiene
y
los músicos guardan
sus
instrumentos bajo llave
y
bajo tu nombre, en la pancarta,
se
han escrito las palabras
“suicida”,
“temerario” y “loco”,
sabrás
que no has ganado
y
que
no perderás nunca.
*