Preciosa
Khaleesita,
temperamental
leona,
bailarina
del color,
eterna
juguetona,
me
miras desde la templada profundidad de tus ojillos azules,
que
son como dos botoncitos que te hubiera cosido el agua,
y
sé que comprendes,
que
recibes,
mi
ternura espinada,
mis
distancias de roca,
y
la rígida capa de musgo que me hiberna.
Tal
vez por eso,
solo
desciendes de tu trono de hierro,
para
que nos desroblemos
ambas.
*