30 diciembre 2014

Dear Mr Turner - Interlude




Nunca se lo he contado, pero durante nuestras largas intermitencias suelo despertarme demasiado temprano, como la concha seccionada de una ostra. La luna está a punto de desaparecer de mi cielo para trasladarse al suyo, y es tan blanca, que siempre resulta apremiante escribirte una carta:

“Dear Mr Turner,

What are you doing?
How are you feeling?
What are you wearing?
What did you learn?”.


Y cada madrugada me arropo en estas preguntas hasta volverme a dormir, confiando en que, transversalmente, desde algún punto de sus 5 horas de distancia, él las responda, una tras otra, en mis sueños.


*

09 noviembre 2014

Hello, Mr Turner! (I want you)



Quedaban, exactamente, 8 minutos para que empezara la película. “8 minutos, el tiempo que tarda en llegar la luz del sol hasta la tierra” pensé, en un arranque de cursilería que me pilló desprevenida. Mientras tanto, él hablaba y hablaba, medio succionado por una comodísima butaca (su favorita, al parecer, de todo Berlin) en las que sus retinas debían haber almacenado horas y horas de desbordante cinefília. Una pregunta a quemarropa me sacó de mi ensimismamiento:  

      -      ¿Sabes cuál fue el descubrimiento más importante de Darwin?
- Vale. O se trata de una pregunta trampa, Mr Turner, o está usted cuestionando insultantemente mi inteligencia.
-       Si hubieras escuchado la primera parte de esta conversación. No habrías necesitado hacerme esa pregunta…
-       Touché. Pero contéstese a sí mismo, no se corte.
-       Me sigue haciendo gracia que, de vez en cuando, me hables de usted, pero volvamos al tema. Tras decenas de viajes alrededor del mundo, Darwin descubrió que todas las especies animales que encontró, a excepción de una, compartían una misma e interesante característica.
-       ¿Qué era…?
-     Todas sabían que habían venido a este mundo para ser felices y se comportaban como tal.
-       No me digas la excepción que la adivino…
-    Piénsalo. A menos que estén enfermos o se sientan gravemente amenazados por algún peligro inminente, todos los animales del planeta, absolutamente todos, disfrutan cada momento de su vida, viven intensamente el día a día.
-    Todos menos los neuróticos humanos…
-  Exacto- se incorporó de su butaca, sus ojos brillaban- Y no me vale eso de a mayor sofisticación cerebral, mayor complejidad psicológica y todas esas bobadas. Debe haber un motivo más sencillo que justifique tanto autosaboteo. ¿En qué momento hemos olvidado o nos hemos disociado de esa misión vital intrínseca a nuestra naturaleza? ¿por qué no somos o no podemos ser felices?

       Las  luces se apagaron de repente.

-          -  ¡Shhh, calla! La película está a punto de empezar…






*      *

30 octubre 2014

20 segundos




Me miraste fijamente, durante 20, 25, 30 segundos. Toda una vida ralentizada, patas arriba, vadeando entre los escombros. Lo hiciste con curiosidad ceñuda, con agresiva naturalidad, imperativo, transversal, como si perteneciera a un elemento discordante de un paisaje que habías memorizado. Y durante esos 20 segundos de sirena varada, me robaste la dignidad, el perfume, la inconsciencia, las domesticadas capas de la cordura, el pesado caparazón de frustrada mariposa… y te marchaste. Sobre mi asiento, sin una gota de sangre, sobró mi piel.


*

10 agosto 2014

Sonrisa eclipse




“Lo vi sonreír con su ternura inimaginable. Demasiada sonrisa para quien llevó tantos años su herida por donde sólo llovía sal”.

Alejandra Pizarnik


La primera vez que lo vi sonreír fue a través de las viejas fotos de una pionera red social que ya nadie utiliza. Toparse con el álbum de los primeros veinticinco años de vida de un ser querido, flotando a la deriva en el abigarrado mal del ciberespacio, hoy día debe producir una emoción similar a la de encontrar una botella con mensaje en la orilla de una playa o desenterrar, por casualidad, una olvidada cápsula del tiempo.

Hay sonrisas a las que denomino eclipse, no porque oculten la luz de la persona que las posee, sino porque, por unos breves instantes, son capaces de cubrir completamente su oscuridad. Jim poseía una de esas sonrisas. A pesar de ser el tipo más melancólico que he conocido jamás (o tal vez por ese motivo), ocasionalmente estallaba en una contagiosa sonrisa armónica coronada por unos dientes perfectos, no exenta de serenidad y ternura.  

La diferencia entre una sonrisa feliz y una sonrisa eclipse es que la primera nunca deslumbra o desarma, sólo subraya lo que ya existe. Sin embargo, lo que hace verdaderamente especial a la sonrisa eclipse, es su hermosa fugacidad, su vocación de usurpadora de desdichas, su condición de milagro. Casi nunca nos damos cuenta, pero, muy a menudo, las sonrisas más bonitas vienen de las personas más tristes y solitarias.



*




26 junio 2014

La posibilidad de ti




El contrahechizo de la dispersión de la arena
La envergadura de un águila cuando le estrena un traje el viento
El coro de una sirena
Las mayúsculas en los puentes
Las minúsculas en los fruncidos  
La metálica muerte del eco de las latas
Un sombrero como escudo contra el viento
Un violín afinado
Una bandeja
Una golondrina reorientada.


*

20 enero 2014

Ekaitz




Una tormentosa tarde de julio, en el instante preciso en que salía del cine, un rayo cayó sobre mi madre. Al parecer, entró por su cabeza y escapó pérfidamente por un pie, para hundirse finalmente en las entrañas de la tierra. Las quemaduras fueron tan graves que tuvieron que hacerle varios injertos en “la zona de salida” y jamás superó su cojera y su fobia a las tormentas, pero, milagrosamente, sobrevivió. Haciendo gala de un misticismo que no había exhibido hasta la fecha, aseguraba que nunca supo a ciencia cierta qué parte de sí misma le había arrebatado el rayo, pero estaba convencida de que la había elegido como receptora o “puerta a este planeta” por alguna razón.
Lo más insólito del caso, es que en aquel extraordinario momento, nadie, salvo ella misma, sabía que estaba embarazada de tres meses. Como es natural, al conocer la noticia cundió el pánico generalizado en mi familia. Amparándose en la excepcionalidad de la situación, todos estaban de acuerdo en que era más que probable que el rayo, durante su ataque oblicuo, hubiera atravesado al bebé en algún punto, dañándolo sin remedio. Sin embargo, y para sorpresa familiar, una serie de exámenes y pruebas revelaron que el niño, no sólo había sobrevivido, sino que se encontraba en perfecto estado de salud.
 
Durante mucho tiempo nadie pudo encontrar un precedente similar. La posibilidad de ser alcanzado un rayo es del 1 entre 3.000.000 millones. ¿Cuántas posibilidades hay de que, además, caiga sobre una mujer embarazada? En el momento en que se confirmó oficialmente que el niño nacería sin secuelas, mi madre supo instantáneamente cuál sería su nombre, Ekaitz, que significa tormenta en euskera.
Y, ahora que sabes la historia de mi nombre, querido lector, debes conocer la historia de mi muerte, que es la misma.
 
[TO BE CONTINUED]

01 enero 2014

ReciclArte o morir




Eso nos dicen todos

No podemos vivir aquí
en el cuenco de mi mano cuando llueve.
La concavidad es tu ala izquierda
siempre sobresale
y te reclama(rá)
ante el primer atisbo de lluvia.




Long lost

Te has escurrido de mi bolsillo
mientras caminaba hacia atrás
para encontrarte.
No sé en qué momento
te he perdido
entre la muralla y la luna.




Rebajas en romanticismo

Nunca hay rebajas en romanticismo,
ni en cuentos de hadas
con finales dudosos.
Ante un precio siempre desorbitado,
brutal,
desatinado,
sólo puedes
elegir:
¿al contado
o a plazos?

 

 


Si tú supieras…

Si tú supieras…
¿qué sabrías?
¿ si un día abriésemos el periódico
y jugásemos a encontrarlas,
cuántas diferencias encontraríamos
entre tu corazón y el mío?
¿y entre tu espada y la mía?

Si me seccionases
como al tronco de un árbol,
sólo descifrarías mi sangre.

Amor,
si tú supieras…
¿qué sabrías?





Sokatira

La mano derecha tira de mi
la izquierda tira de ti.

El empate era un desgaste necesario,
un viejo funambulista con red, una tirita metálica.

Soy y siempre he sido diestra
pero mi corazón está cansado

de masticar tierra
de tarjetas de hotel,

de esperas en aeropuertos
de columpios que no despegan.

 
Sokatira y…felicidades.
Una vez más

la izquierda brinda
con una copa desierta

en nochevieja.

 


*
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