Si
no te vuelvo a ver
si
la espiga se retuerce como una caracola
y
se desprende,
si
aquel penacho de tierra se llena de flores u ortigas,
y
los latidos olvidan su vocación,
que la piel no olvide que,
por
un instante eléctrico
(leve
como un pájaro o una eclosión estelar),
se
tatuó nuestros nombres.
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