05 octubre 2010

Paper Rain




La combinación de cielo despejado, luna menguante y apagón en un radio de cinco kilómetros, permitía vislumbrar por primera vez en años casi todas las constelaciones. Sirio, procyon y betelgeuse conformaban con orgullo un radiante e insólito triangulo de invierno. A pesar del frío, algunos niños contemplaban maravillados el espectáculo celeste desde sus porches hasta que sus padres o sus perros les instaban, preocupados e impacientes, a entrar en casa.

Cuando se disponía a depositar la basura en los cinco contenedores, Ted advirtió que un cartel oscuro dividía en dos el amarillo del contenedor de plásticos y latas. Lo observó impacientemente, irritado por no llevar consigo sus gafas, hasta que consiguió domar todas sus letras. La cólera hizo su aparición en sus puños antes que en sus mejillas. Sin pesárselo dos veces, lo arrancó de cuajo y tras romperlo en diminutos fragmento ilegibles, lo depositó en el contenedor azul.

La artrosis de sus manos y rodillas pareció protestar, pero a Ted aquel pequeño acto de rebelión le había sabido a demasiado a poco. Necesitaba alimentar el fuego de tal forma que recorrió el barrio arrastrando pesadamente sus pantuflas hasta que encontró otro cartel. Le costó un poco más arrancarlo de la pared y, en el esfuerzo, se llevó, además, tres capas de papel extra que dejaron totalmente limpia la pared. Resollando, Ted observó el nuevo hueco blanco y sintió una punzada en el pecho orbitando alrededor de la creciente furia. De repente, había comprendido su cometido: tenía que arrancarlos todos.

Y aquella noche, el hombre cauto, sensato y extremadamente respetuoso que siempre había sido, ignoró los insultos y miradas de extrañeza, desprecio o indignación que le dedicaban los viandantes, y presa de la mayor fiebre que había padecido en su vida, continuó arrancando y rompiendo frenéticamente, cartel tras cartel, hasta que le sangraron las uñas y el esfuerzo y la humedad noquearon sus doloridas rodillas.

Apoyándose torpe y pesadamente en las paredes, a modo de bastón, tardó casi un cuarto de hora en llegar a casa. Su mujer lo recibió impaciente y recelosa dando por hecho que había sucumbido a una de sus ocasionales borracheras. Lo miró de arriba abajo sin verle y lo sentenció sin comprobar que no había rastro de alcohol en su aliento. Ted puso la televisión para ahogar, en parte, el desprecio. Le gustaba dormirse viendo los programas de sucesos, solazado en el confort de las desgracias de otros, pero, de repente, las noticias rompieron bruscamente la transmisión.

Instantáneamente, sus puños volvieron a endurecerse, pero esta vez, se aferró a su sillón. Su mujer, al escuchar la inconfundible música de los informativos, volvió a la sala, olvidando, momentáneamente, la nueva muesca de amargura conyugal. Tenía que compartir la noticia del día con su marido:

- ¿Te has enterado, Ted? Los mariquitas ya pueden casarse
- Lo sé -contestó él- Han empapelado toda la ciudad con no sé qué fiesta del orgullo de los cojones...
- Ver para creer, ¿verdad?- pronunció antes de desaparecer de la sala de nuevo

Ted observó durante unos instantes la puerta vacía y cuando se aseguró de oír a su esposa en el otro extremo de la casa, murmuró mientras se frotaba las doloridas rodillas:

- Demasiado tarde, joder. Demasiado tarde...



13 comentarios:

  1. muy bonito, triste, alegre y sorprendente.

    una combinación muy difícil de conseguir.

    bss

    j

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. perdóname, pero ya era muy patético mi texto; junto con tu comentario era practicamente ilegible.

    lo siento, de verdad, pero sino las musas no me hubieran dejado dormir esta noche.

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  4. lo digo por experiencia: nunca es tarde para hacer lo que deseas...salvo que te hayas muerto.

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  5. Que sí, chicos, que os doy la razón. Nadie es más partidaria del "nunca es tarde" que yo, pero, desgraciadamente, no es lo que suele pasar (especialmente si se trata de personas muy mayores y/o educaciones muy represivas).

    Si todos funcionáramos siempre de forma sensata y no neurótica, seríamos bastante más felices, pero, por otro lado, los personajes cinematográficos y literarios no darían tanto juego ;)

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  6. A veces es demasiado tarde para una cosa, y es cuando ya no hay marcha atrás.

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  7. En dos palabaras: Im presionante. Digno del mejor Quim Monzó: original, eficaz, sugestivo, duro, emotivo, irónico, triste...

    Si siempre regresas así, que Dios bendiga tus ausencias blogueriles.

    Kisses

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  8. Al principio me imaginé al viejito de Up, no sé, por la palabra pantuflas, por la artrosis o por las malas pulgas. Después ya no. Me gusta como se desarrolla la acción, y el comienzo que nos sume en una oscuridad apreciada. Y el final, profundo. Muy bonito. También me gusta la foto, esos peinados a lo James Dean, me encantan!!!

    He subido la mariposa de la que te hablé para que la veas, ahora viendo la foto creo que no es una mariposa, que es otra variedad de "noséqué" pero no estoy muy puesta. Corre a verla!!!

    Re: La peli la puedes ver tranquilamente, no se le da mucha importancia a los platos, solo hay un pequeño altercado con un inocente gazpacho, y es muy gracioso.

    El final de mi verano ha sido muy parecido a lo que me cuentas del tuyo. Quiero decirte una cosa: puedes contar conmigo si me necesitas. Creo que es una gran idea que te vuelques en la escritura.

    Kisses dominicales***

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  9. siempre puede echar a correr (le regalo unos tenis si quiere) y darse de bruces con aquello que realmente quiso desde siempre.



    (te dejo un
    pez contento)

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  10. Me ha encantado el giro final, justo cuando estaba empezando a odiar a Ted por homófobo, jeje. Aunque también me parece horrible su conducta (que otros tantos comparten)de casarse, incluso tener hijos; es muy cruel para sus parejas el hacerles vivir tamaña mentira.
    Y así se hace, reciclar.
    Lo de las estrellas también me ha dado un poco de pena, cada día quedan menos lugares donde se vean siquiera unas pocas por culpa de la contaminación lumínica.

    Besos

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  11. Inesperado final, desde luego.

    Tienes toda la razón en las dos cosas: no somos sensatos siempre y entonces los personajes cinematográficos no darían tanto juego.

    Pero en algunas cosas no está mal ser irracional. (O yo todavía no he encontrado explicación a porqué algunas canciones me gustan por la sencilla razón de hacerme sentir bien, por ejemplo).

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In cyberspace, everybody can hear you dream...

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