
Necesitó la eléctrica caricia del alcohol para permitirse entrar en el juego. Siempre había estado ahí, irreductible, solapado por su profesionalidad y sus prejuicios. Le sonreía desde su desarmante (e insultante) juventud, observándola con los ojos despejados de toda niebla, sin intermitencias. Ella era "Ella", y se lo demostró por primera vez en un año, explorando lentamente su espacio vital hasta hacer irrespirable la distancia en aquel pequeño café. Reían con la alegría blanca e infantil del reencuentro. “Él 24, yo 39. Casi podría adoptarle” pensó ella en uno de los breves y descartados pinchazos de racionalidad. Aquella noche hablaron con todo el cuerpo sin tocarse. Ella acariciaba distraídamente el borde de su vaso o se arreglaba la melena, y el la imitaba en todos y cada uno de sus gestos, hasta que el espejo se abrió en ambas direcciones y cada uno de ellos pasó a sumergirse de lleno en el otro.
Clementine no recordaba tanta transparencia. No recordaba. Llevaba una tirita de hierro en el corazón y otra en el alma. Era centinela. La defensa había sido su misión. Se hartó de cenar esperanza y desayunar ceniza, y comenzó a ayunar. Tan lentamente al principio, que ni siquiera se dio cuenta de que su estómago había dejado de admitir alimento alguno.
Clementine no recordaba tanta transparencia. No recordaba. Llevaba una tirita de hierro en el corazón y otra en el alma. Era centinela. La defensa había sido su misión. Se hartó de cenar esperanza y desayunar ceniza, y comenzó a ayunar. Tan lentamente al principio, que ni siquiera se dio cuenta de que su estómago había dejado de admitir alimento alguno.
Pero ahora el mundo giraba en una extraña dirección. Palabra tras palabra, llegaron, sin saber como, a los sabores, y él la miraba como si fuera una gata lamiendo sensualmente su cuerpo desnudo. Fue entonces cuando el deseo y sus puentes estallaron con violencia, dolorosamente, y su escudo y su lanza comenzaron a girar en espiral. Intentó levantarse, huir, pero en su lugar, se aferró a sus hombros durante un segundo infinito para no caer. ¿Puedes enamorarte de alguien porque simplemente te desea?